foto obtenida de: http://elcafecitodiario.blogspot.com.es/2012/09/el-vuelo-de-los-gansos.html
Constantemente durante las cinco
entradas anteriores he desmenuzado los discursos sobre todo ideológicos que se
velan tras la implementación de las políticas educativas en Chile y
específicamente las que existen tras el uso de algunos mecanismos de evaluación
usadas para legitimar los discursos hegemónicos y como ellos afectan
específicamente la labor docente, así por ejemplo, profundicé en el uso de las calificaciones como mecanismos
de discriminación y jerarquización del alumnado, a la vez que, de poder y
búsqueda de estatus del profesor dentro de una lógica de sistema vertical,
discriminatoria y no democrática. Además reflexioné en el sistema educacional, que
obedece a una lógica basada en coordinadas neoliberales, que busca evaluar su
sistema en función de un resultado-producto y con una clara lógica de mercado;
por otro lado la excesiva burocratización de la labor del docente, el
reduccionismo tecnificante otorgado a su trabajo y por último, la evaluación docente,
carente de objetivos pedagógicos en busca de una calidad acorde a la
desigualdad social y mantención del statu quo del sistema.
Estas reflexiones buscan señalar lo
descontextualizadas que se encuentran las políticas educacionales e
institucionales respecto de las reales problemáticas educativas que se viven en
la cotidianeidad chilena y como la evaluación a pesar de su fuerte rigurosidad interna
es usada como instrumentos de validación de los discursos oficiales y en
desmedro de una posibilidad real de mejora de la educación y en contra de un
desarrollo de la profesionalidad docente.
La profesionalidad docente la entendemos
siguiendo a Contreras (1997) como “Las cualidades de la práctica profesional de
los enseñantes en función de lo que requiere el oficio educativo” (pág. 50) , es un marco
abierto de referencia pero que contempla tres dimensiones una obligación moral,
compromiso con la comunidad y competencia profesional (pág. 52) reflejadas en una autonomía profesional.
Esta autonomía de la profesionalidad
docente puede ser entendida en su sentido crítico y creativo siguiendo a
Habermas como:
(…) la búsqueda de sentido ético en la
escuela y la sociedad, a partir de la cual el profesor se convierte en un
legítimo agente de transformación y desarrollo moral, operando según las reglas
mínimas de la argumentación y la convivencia democrática. (Bazán & Gonzáles, 2007, pág.
75)
Esta autonomía si bien ejercida
individualmente, adquiere sentido solo como construcción colectiva y consensuada
de los valores sociales, así:
Una acción comunicativa libre de distorsiones exige
aceptar la pluralidad, la diversidad y la tolerancia como única forma de
acercarse a una comprensión compartida. En esta mirada, resulta imposible
entender los valores y las pretensiones educativas como “algo” cosificado y
unificado, siendo necesario concebirlos como búsquedas permanentes y parciales
o incompletas. (Bazán &
Gonzáles, 2007, págs. 81-82)
Así un docente desde la perspectiva
crítica debe ser un reflexivo profundo de la práctica y autocritico de su labor,
consciente de la constante tensión dialéctica entre la teoría y la práctica y que
valora la subjetividad como una manera
de comprender el mundo.
Desde esta optica, la perspectiva crítica se orienta
hacia la autonomía del docente, entendida en contexto anteriormente descrito,
por lo tanto, uno de los aspectos esenciales para lograr la reflexión sobre la práctica
pasa por instrumentos de evaluación adecuados que permitan el dialogo critico necesario
entre el docente y su práctica en un sentido meta cognitivo.
Uno de los instrumentos de evaluación
que pueden servir a este propósito es el Diario Reflexivo.
El Diario Reflexivo adaptando los
estudios de Bordas y Cabrera (2001) al caso docente, permite
reflexionar en torno a varios aspectos entre ellos el marco conceptual que usa
el docente, es decir, su terminología educativa, ver si el discurso conceptual
es coherente con la práctica y también profundizar en torno a ellos
investigando sus orígenes, raíces metodológicas y teóricas. En otras palabras
evaluar el desarrollo conceptual.
Por otra parte, permite seguir
procesos mentales, reflexionar en torno a las decisiones tomadas, sus
fundamentos, coherencias y contradicciones, permite de alguna manera leernos,
entendernos mejor y darle sentido a lo que hacemos. También nos permite poner atención
respecto a nuestras actitudes y emociones, profundizar sobre ellas,
corregirlas, trabajarlas, observar lo que nos mueve, motiva y frustra.
Debe entenderse que el Diario
reflexivo, pretende profundizar respecto a nuestras propias creencias,
concepciones, posturas, como una manera que, a partir de ellas nos permita
generar todo un movimiento multidireccional que nos motiven iniciar estudios
para verificarlas, confirmarlas, modificarlas en función del mejoramiento del
proceso como educador, pero a la vez, en si misma constituye un instrumento de auto
aprendizaje y de autoconocimiento y también de aprendizaje en general, por lo
que la podríamos clasificar dentro de un proceso de formación continua, este
elemento es muy importante pues la formación parte de la misma práctica y se
basa en las necesidades que el docente experimenta en su cotidianeidad, que son
finalmente las que realmente inciden en los logros de aprendizajes. La consideración
de un instrumento de evaluación como aprendizaje rescata la esencia de una
verdadera evaluación en la enseñanza, integra al docente en el proceso en el
que está inserto y le permite el dinamismo propio de una actividad viva, en
transformación, pues un profesor que deja de aprender ya no tiene mucho que
enseñar.
Otro factor relevante del diario reflexivo
es la capacidad de “empoderamiento” o empowerment, “Es decir, reconocer los
beneficios del propio proceso de evaluación para el desarrollo de habilidades
que permiten a las personas mejorar por sí mismas sus actuaciones.” (Bordas &
Cabrera, 2001, pág. 12) , lo cual, de por si se constituye en
un verdadero acto de transformación, tanto del docente como de su práctica. Esto
redundaría no solo en una mejor autovaloración, sino en, el mejoramiento de su
capacidad de análisis sobre sus experiencias y profundización respecto a su
autocrítica y elevación de sus expectativas respecto a sus logros y
capacidades. Un profesor empoderado tiene mayores expectativas, se exige más y
es capaz de elevar el nivel de análisis y discusión en torno al contexto en el
que se encuentra.
El Diario Reflexivo, es un instrumento
personal, por lo que es quien lo usa quien establece los énfasis en los que
quiere profundizar, sin embargo, debe considerar también, el tiempo que dispone
y el esfuerzo que implica tal actividad, por lo que se sugiere que más que gran
cantidad de información que dentro de su complejidad le impida realizar buenas
reflexiones sobre su práctica, pueda intentar evaluar aspectos más específicos y
que a la vez tengan mayor relevancia e significación para él.
Así, es primordial que en primer lugar
se tenga claro cuáles serán los aspectos específicos a evaluar con el diario y
sí es necesario también establecer algunas categorías internas en las que se
puedan poner atención. A pesar de ello, hay que considerar que el instrumento
en cuestión permite descubrir aspectos a veces ocultos de nuestra práctica, por
lo que tanto los objetivos, como las posibles categorías internas no debieran
perjudicar la espontaneidad de la información que pueda surgir, por lo que una
de las categorías imprescindibles del instrumento sería, un aparatado respecto
a las cosas novedosas, emergentes o que nos llamen la atención.
Interesante como una sugerencia para
ordenar al menos los ámbitos de la estructura de un diario reflexivo son los
que sugiere Villarini (1996) en (Bordas & Cabrera, 2001), el propone tres ámbitos:
Autorregulación
(examen de las actitudes, dedicación y atención que se pone al efectuar una tarea):
En ella se encuentran todos los
aspectos de interés y motivación que el docente pueda registrar respecto de
cómo se sintió, la motivación que logró, como gestionó el clima del aula, como
se siente en la escuela, que actitudes de él considera que tienen mejores
resultados y cuáles no.
Control
de la Acción (análisis de la planificación, curso de acción y evaluación):
Se refiere a todos los aspectos
relativos a la acción del docente en la escuela, en el se expresan los
proyectos, ideas, anotaciones, planificación respecto a cómo desarrollar o
implementarlas, también se puede señalar acá, lo que faltó por hacer y la
evaluación de lo hecho.
Control
del Conocimiento (analizar el conocimiento que se tiene y el que se necesita y
las vías de acción):
El
conocimiento docente es muy amplio y complejo, por lo que los investigadores no
terminan por consensuar todos sus alcances, de ahí también las dificultades de
la evaluación tradicional por evaluarla.
Para Medina (2006):
El conocimiento de oficio unifica el
conocimiento del contenido y el conocimiento que el docente
posee sobre las rutinas y tareas del aula (…) es, por lo tanto, un
conocimiento práctico, moralmente apropiado y construido a partir de la
experiencia docente. Pero este conocimiento supone, además, la posesión, por
parte del docente, de una serie de habilidades para activarlo en la comprensión
de los acontecimientos y en las decisiones docentes (págs. 156-157)
Por lo tanto como justifica el docente
las decisiones que toma, son parte de su conocimiento y el reflexionar sobre
ello le permite una constitución de un saber propio altamente complejo y
valioso. Sin embargo, este es un proceso, por lo que es muy importante que el
docente considere sus actos basadas primero como creencias, que deben ser
comprobadas, para ello debe confirmarlas a través de evidencias, que obtendrá
de la misma práctica pero de manera consciente y que podrá ir registrando en el
diario.
El diario reflexivo para que cumpla
con sus objetivos debe tener una constancia en su elaboración. Entiendo que en
una actividad cada vez más tecnificada, este ejercicio reflexivo es también cada
vez más escaso, sin embargo, es en su periodicidad y capacidad de acompañar los
procesos personales del docente donde se encuentra la clave de su éxito.
Por último, el proceso de enseñanza no
es un acto aislado de una sola persona, la actividad educativa es social y se
aprende más y mejor con otros, como tal, el proceso que el docente viva con su
diario reflexivo y la evaluación que el haga de su labor, debe ser compartida con otros docentes, como
una manera de reevaluar el proceso vivido, obtener sugerencias y consideraciones
respecto a sus reflexiones, poder compararlas, observar si estas experiencias
se repiten y también como propuestas y sugerencias a otros docentes.
Bibliografía
Bazán, D., & Gonzáles, L. (2007). Autonomía
Profesional y Reflexión Docente: Una resignificación desde la mirada crítica.
REXE. Revista de Estudios y Experiencias en Educación [en línea],
69-90.
Bordas, M., & Cabrera, F. (2001). Estrategias de
evaluación centradas en el proceso. Revsita Española de Pedagia. Año LIX,
enero-abril, nº218, 25-48.
Contreras, J. (1997). La autonomía del
profesorado. Madrid: Morata.
Medina, J. L. (2006). La profesión docente y la
construcción del conocimieto profesional. Buenos Aires: Lumen.
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