jueves, 14 de marzo de 2013

El Diario Reflexivo: Propuesta de instrumento de evaluación desde una visión socio crítica.



 

 foto obtenida de: http://elcafecitodiario.blogspot.com.es/2012/09/el-vuelo-de-los-gansos.html

Constantemente durante las cinco entradas anteriores he desmenuzado los discursos sobre todo ideológicos que se velan tras la implementación de las políticas educativas en Chile y específicamente las que existen tras el uso de algunos mecanismos de evaluación usadas para legitimar los discursos hegemónicos y como ellos afectan específicamente la labor docente, así por ejemplo, profundicé en  el uso de las calificaciones como mecanismos de discriminación y jerarquización del alumnado, a la vez que, de poder y búsqueda de estatus del profesor dentro de una lógica de sistema vertical, discriminatoria y no democrática. Además reflexioné en el sistema educacional, que obedece a una lógica basada en coordinadas neoliberales, que busca evaluar su sistema en función de un resultado-producto y con una clara lógica de mercado; por otro lado la excesiva burocratización de la labor del docente, el reduccionismo tecnificante otorgado a su trabajo y por último, la evaluación docente, carente de objetivos pedagógicos en busca de una calidad acorde a la desigualdad social y mantención del statu quo del sistema.

Estas reflexiones buscan señalar lo descontextualizadas que se encuentran las políticas educacionales e institucionales respecto de las reales problemáticas educativas que se viven en la cotidianeidad chilena y como la evaluación a pesar de su fuerte rigurosidad interna es usada como instrumentos de validación de los discursos oficiales y en desmedro de una posibilidad real de mejora de la educación y en contra de un desarrollo de la profesionalidad docente.

La profesionalidad docente la entendemos siguiendo a Contreras (1997) como  “Las cualidades de la práctica profesional de los enseñantes en función de lo que requiere el oficio educativo” (pág. 50) , es un marco abierto de referencia pero que contempla tres dimensiones una obligación moral, compromiso con la comunidad y competencia profesional (pág. 52) reflejadas en una autonomía profesional.

Esta autonomía de la profesionalidad docente puede ser entendida en su sentido crítico y creativo siguiendo a Habermas como:

(…) la búsqueda de sentido ético en la escuela y la sociedad, a partir de la cual el profesor se convierte en un legítimo agente de transformación y desarrollo moral, operando según las reglas mínimas de la argumentación y la convivencia democrática. (Bazán & Gonzáles, 2007, pág. 75)

Esta autonomía si bien ejercida individualmente, adquiere sentido solo como construcción colectiva y consensuada de los valores sociales, así:

Una acción comunicativa libre de distorsiones exige aceptar la pluralidad, la diversidad y la tolerancia como única forma de acercarse a una comprensión compartida. En esta mirada, resulta imposible entender los valores y las pretensiones educativas como “algo” cosificado y unificado, siendo necesario concebirlos como búsquedas permanentes y parciales o incompletas. (Bazán & Gonzáles, 2007, págs. 81-82)

Así un docente desde la perspectiva crítica debe ser un reflexivo profundo de la práctica y autocritico de su labor, consciente de la constante tensión dialéctica entre la teoría y la práctica y que valora la subjetividad  como una manera de comprender el mundo.

Desde esta optica, la perspectiva crítica se orienta hacia la autonomía del docente, entendida en contexto anteriormente descrito, por lo tanto, uno de los aspectos esenciales para lograr la reflexión sobre la práctica pasa por instrumentos de evaluación adecuados que permitan el dialogo critico necesario entre el docente y su práctica en un sentido meta cognitivo.

Uno de los instrumentos de evaluación que pueden servir a este propósito es el Diario Reflexivo.

El Diario Reflexivo adaptando los estudios de Bordas y Cabrera (2001) al caso docente, permite reflexionar en torno a varios aspectos entre ellos el marco conceptual que usa el docente, es decir, su terminología educativa, ver si el discurso conceptual es coherente con la práctica y también profundizar en torno a ellos investigando sus orígenes, raíces metodológicas y teóricas. En otras palabras evaluar el desarrollo  conceptual.

Por otra parte, permite seguir procesos mentales, reflexionar en torno a las decisiones tomadas, sus fundamentos, coherencias y contradicciones, permite de alguna manera leernos, entendernos mejor y darle sentido a lo que hacemos. También nos permite poner atención respecto a nuestras actitudes y emociones, profundizar sobre ellas, corregirlas, trabajarlas, observar lo que nos mueve, motiva y frustra.

Debe entenderse que el Diario reflexivo, pretende profundizar respecto a nuestras propias creencias, concepciones, posturas, como una manera que, a partir de ellas nos permita generar todo un movimiento multidireccional que nos motiven iniciar estudios para verificarlas, confirmarlas, modificarlas en función del mejoramiento del proceso como educador, pero a la vez, en si misma constituye un instrumento de auto aprendizaje y de autoconocimiento y también de aprendizaje en general, por lo que la podríamos clasificar dentro de un proceso de formación continua, este elemento es muy importante pues la formación parte de la misma práctica y se basa en las necesidades que el docente experimenta en su cotidianeidad, que son finalmente las que realmente inciden en los logros de aprendizajes. La consideración de un instrumento de evaluación como aprendizaje rescata la esencia de una verdadera evaluación en la enseñanza, integra al docente en el proceso en el que está inserto y le permite el dinamismo propio de una actividad viva, en transformación, pues un profesor que deja de aprender ya no tiene mucho que enseñar.

Otro factor relevante del diario reflexivo es la capacidad de “empoderamiento” o empowerment, “Es decir, reconocer los beneficios del propio proceso de evaluación para el desarrollo de habilidades que permiten a las personas mejorar por sí mismas sus actuaciones.” (Bordas & Cabrera, 2001, pág. 12) , lo cual, de por si se constituye en un verdadero acto de transformación, tanto del docente como de su práctica. Esto redundaría no solo en una mejor autovaloración, sino en, el mejoramiento de su capacidad de análisis sobre sus experiencias y profundización respecto a su autocrítica y elevación de sus expectativas respecto a sus logros y capacidades. Un profesor empoderado tiene mayores expectativas, se exige más y es capaz de elevar el nivel de análisis y discusión en torno al contexto en el que se encuentra.

El Diario Reflexivo, es un instrumento personal, por lo que es quien lo usa quien establece los énfasis en los que quiere profundizar, sin embargo, debe considerar también, el tiempo que dispone y el esfuerzo que implica tal actividad, por lo que se sugiere que más que gran cantidad de información que dentro de su complejidad le impida realizar buenas reflexiones sobre su práctica, pueda intentar evaluar aspectos más específicos y que a la vez tengan mayor relevancia e significación para él.

Así, es primordial que en primer lugar se tenga claro cuáles serán los aspectos específicos a evaluar con el diario y sí es necesario también establecer algunas categorías internas en las que se puedan poner atención. A pesar de ello, hay que considerar que el instrumento en cuestión permite descubrir aspectos a veces ocultos de nuestra práctica, por lo que tanto los objetivos, como las posibles categorías internas no debieran perjudicar la espontaneidad de la información que pueda surgir, por lo que una de las categorías imprescindibles del instrumento sería, un aparatado respecto a las cosas novedosas, emergentes o que nos llamen la atención.

Interesante como una sugerencia para ordenar al menos los ámbitos de la estructura de un diario reflexivo son los que sugiere Villarini (1996) en (Bordas & Cabrera, 2001), el propone tres ámbitos:

Autorregulación (examen de las actitudes, dedicación y atención que se  pone al efectuar una tarea):
En ella se encuentran todos los aspectos de interés y motivación que el docente pueda registrar respecto de cómo se sintió, la motivación que logró, como gestionó el clima del aula, como se siente en la escuela, que actitudes de él considera que tienen mejores resultados y cuáles no.

Control de la Acción (análisis de la planificación, curso de acción y evaluación):
Se refiere a todos los aspectos relativos a la acción del docente en la escuela, en el se expresan los proyectos, ideas, anotaciones, planificación respecto a cómo desarrollar o implementarlas, también se puede señalar acá, lo que faltó por hacer y la evaluación de lo hecho.

Control del Conocimiento (analizar el conocimiento que se tiene y el que se necesita y las vías de acción):
 El conocimiento docente es muy amplio y complejo, por lo que los investigadores no terminan por consensuar todos sus alcances, de ahí también las dificultades de la evaluación tradicional por evaluarla.

Para Medina (2006):
 
El conocimiento de oficio unifica el conocimiento del contenido y el conocimiento que  el docente  posee sobre las rutinas y tareas del aula (…) es, por lo tanto, un conocimiento práctico, moralmente apropiado y construido a partir de la experiencia docente. Pero este conocimiento supone, además, la posesión, por parte del docente, de una serie de habilidades para activarlo en la comprensión de los acontecimientos y en las decisiones docentes (págs. 156-157)
Por lo tanto como justifica el docente las decisiones que toma, son parte de su conocimiento y el reflexionar sobre ello le permite una constitución de un saber propio altamente complejo y valioso. Sin embargo, este es un proceso, por lo que es muy importante que el docente considere sus actos basadas primero como creencias, que deben ser comprobadas, para ello debe confirmarlas a través de evidencias, que obtendrá de la misma práctica pero de manera consciente y que podrá ir registrando en el diario.  
   
Estas tres dimensiones consideradas como sugerencias para elaborar un diario reflexivo pueden ser complementadas por otras, según el interés del docente, o cada una estructurada con preguntas que ayuden a ordenar la información y las reflexiones y permitan más fácilmente los análisis y la nueva toma de decisiones.
 
El diario reflexivo para que cumpla con sus objetivos debe tener una constancia en su elaboración. Entiendo que en una actividad cada vez más tecnificada, este ejercicio reflexivo es también cada vez más escaso, sin embargo, es en su periodicidad y capacidad de acompañar los procesos personales del docente donde se encuentra la clave de su éxito.

Por último, el proceso de enseñanza no es un acto aislado de una sola persona, la actividad educativa es social y se aprende más y mejor con otros, como tal, el proceso que el docente viva con su diario reflexivo y la evaluación que el haga de su labor,  debe ser compartida con otros docentes, como una manera de reevaluar el proceso vivido, obtener sugerencias y consideraciones respecto a sus reflexiones, poder compararlas, observar si estas experiencias se repiten y también como propuestas y sugerencias a otros docentes.

 

Bibliografía

Bazán, D., & Gonzáles, L. (2007). Autonomía Profesional y Reflexión Docente: Una resignificación desde la mirada crítica. REXE. Revista de Estudios y Experiencias en Educación [en línea], 69-90.
Bordas, M., & Cabrera, F. (2001). Estrategias de evaluación centradas en el proceso. Revsita Española de Pedagia. Año LIX, enero-abril, nº218, 25-48.
Contreras, J. (1997). La autonomía del profesorado. Madrid: Morata.
Medina, J. L. (2006). La profesión docente y la construcción del conocimieto profesional. Buenos Aires: Lumen.





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