domingo, 20 de enero de 2013

La Ética en la Evaluación






 


Evaluar  es un acto social y educativo. Las sociedades recolectoras evaluaban a sus mejores cazadores y le reconocían un status especial dentro de la sociedad. Esto no les asignaba poderes ni privilegios especiales excepto- y aquí lo educativo- considerar sus opiniones y experticia a la hora de realizar tales actividades y en virtud del status logrado, se le escuchaba en los concejos. La evaluación era un acto social en tanto, era realizada por todos los miembros de la comunidad. 

En este ejemplo, que entiendo parcial, a lo que una compleja sociedad de cazadores y recolectores significa, no era necesario la ética, pues la evaluación me atrevo a afirmar de ningún hecho, residía en una sola persona. La ética se precisa en cuanto la evaluación se concentra, se transforma en poder, en cuanto su accionar pierde su sentido comunitario. La evaluación científica, es un producto moderno, obedece a los estándares de productividad y rendimiento de la era industrial, por lo tanto, es producto del racionalismo técnico. La ética aquí asociada, obedece a los requerimientos de asepsia, objetividad y rigurosidad propia de las disciplinas científicas, su esfuerzo, por lo tanto, pareciera despejar cualquier contaminación o tentación de lo imprevisiblemente humano. Sin embargo, no puede eliminar con ello, el propio sentido que la creó, su disyunción y reducción, su obsesión por medir, controlar y quiérase o no ejercer un poder.