lunes, 18 de febrero de 2013

La parábola del enfoque por competencias






A raíz de este muy gracioso ejemplo quisiera hoy- si se me permite – realizar una pequeña reflexión sobre él. El humor siempre ha sido una manera-muy sana por lo demás- de analizar la realidad. Se dice de una sonrisa que es más económica y da más luz que una bombilla o el mismísimo Chaplin, nos sugería sonreír frente a un corazón adolorido o roto. Es una manera de liberar tensiones e incluso de introspección, pues cuando uno se ríe de sí mismo, surge una bella manera de revisarse y crecer. Creo que esta presentación trata de eso, de enfocar las cosas con humor, pero sobre una realidad paradójica. Justamente lo que produce la sonrisa en  él, es lo absurda de su situación, pero sin embrago, existe.  

No puedo averiguar su procedencia, pero por algunos conceptos diferenciados, adivino que no es chileno, sin embargo, me río y se ríen mis compañeros chilenos y ven reflejada su realidad en él, lo cual nos demuestra que no es solo una realidad nuestra y tampoco sólo la de ellos. Pareciera una tendencia… una triste. Y sí observo bien, me doy cuenta  que su lenguaje altamente tecnificado, es un lenguaje reciente, actual, casi cotidiano, lo que nos indica  su vigencia; tendencia… vigencia… triste.

Su presentación es en forma de parábola, un relato simbólico que busca un aprendizaje, es didáctico, es pedagógico, es nuestro lenguaje, pero ¿qué busca enseñar?
Su protagonista no es cualquiera; figura de la cultura hebreo occidental por excelencia, representa al “maestro” ;  y maestro es alguien que por esencia, enseña o mejor dicho, del cual podemos aprender… si queremos.
Es muy común asociar a la labor del profesor con ciertos rasgos simbólicos de la vida de Jesús, sacrificio, vocación, redención, modelo, “la otra mejilla”, evangelización, amor incondicional, entre tantos otros y acá de maestro, nuevamente es sacrificado. No quiero aquí rescatar una lección moral, si no simbólica, la del inconsciente colectivo, sobre todo el sudamericano y en la que el trabajo del profesor se convierte casi en un “apostolado” y que como tal permite soportar, tolerar, cargar, sacar adelante de manera abnegada, cualquier cosa y… ¿cuál es su límite?...¿ el cielo?
Nuestra historia no es solo paradójica por la absurda tecnificación de las exigencias pedagógicas solicitadas sino también por la tolerancia de los docentes a ese absurdo.
En esta parábola, Jesús no se retira debido a sus discípulos, ellos son su razón de ser, no existiría sin ellos, se retira por no poder demostrar… lo que en la actualidad, en sociedad de mercado y de la información, globalizadas, híper - tecnologizadas, podríamos considerar la máxima aproximación a la perfección divina… la calidad.
Sí alguna vez, la obsesión en las ciencias sociales fue la “objetividad” como búsqueda y dogma de la perfección “divina” de las ciencias, ahora, en la era de la información, sin tiempos ni límites, es la calidad. Es la misma búsqueda, la misma obsesión y probablemente los mismos quienes las exigen.
Esto nos lleva a la evaluación, de la cual no discreparé aquí como disciplina ni de su labor especifica en la educación a modo general, sin embargo, no puedo dejar a estas alturas- reiterar- algunas consideraciones, sobre todo, porque lo que sucede en la presentación que ahora evocamos ocurre y muchas veces ni siquiera es una exageración.
La calidad en la educación, pretende ser visto como un producto, un resultado final. Es un tema sensible pues en educación quienes la carecen, por lo general, son los grupos sociales desposeídos y marginados, no es pues de ningún modo la idea de privarlos de los beneficios más excelsos de ella, sin embrago, este bien ha sido usado como quimera, primero porque al ponerlo como un fin, busca la inmediatez de un resultado que solo vale en cuanto se pueda medir. Espero que todos entendamos que limitar la educación a algo que solo sea medible es de un reduccionismo inconmensurable. Por otra parte, centra el foco en la medición de la calidad y en todos el aparataje sistémico para controlar “el proceso” que supuestamente permite esa calidad, obviando lo central que es, la desigualdad social que existe y sobre todo lo que la provoca.
La educación es una solución real para la superación de la pobreza y la marginación, pero no es su causante, ni la consolida ni es la base de la injusticia social de un país. Creerlo es caer en el dislate del control, en la búsqueda obsesiva del culpable, en la infrenable burocratización de las evidencias, en la objetivación del docente y lo que es peor, es considerar a los alumnos como sujetos productivos.
     
Debemos por lo tanto ser cuidadosos con la evaluación, con sus fines y objetivos, pues sin corazón ni pensamientos propios muchas veces sirven a la lógica tecnocrática antes descrita.
Vuelvo a la graciosa presentación, que nos motiva hoy, en la que Jesús, como profesor de nuestros días, prefiere “renunciar” o es “martirizado” con una lluvia de instrumentos técnicos pedagógicos dentro de una lógica evaluativa de desempeño, por quienes finalmente no creen en su labor, en su razón de ser, en su sentido de maestro profundo, en su real labor pedagógica, porque no la controlan, no tiene límites y tiene el secreto misterio de la vida, de burlarnos de nosotros mismos y de hacernos sonreír. 

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